Sustentabilidad energética, medioambiente y sociedad: Avances en la Agenda 2030
La visión de la sustentabilidad energética se presenta por la urgencia de conservar el equilibrio en el planeta Tierra, la cual tiene como meta cubrir las necesidades de la población ocasionando el menor impacto sobre los sistemas sociales y ecológicos. Esto viene desde la década de los setenta, incentivando la colaboración entre las naciones en busca de que toda la población sea considerada y con ello apoyar a los países con desventajas sociales y económicas.
De esta necesidad de colaboración se logra la firma del Acuerdo de París, el 12 de diciembre de 2015 con las grandes expectativas de contar con Estados Unidos y China —los principales emisores de gases de efecto invernadero (GEI)— y un total de 195 países firmantes, destacando cuatro elementos clave: 1) la mitigación; 2) la adaptación; 3) el financiamiento; y 4) la diferenciación entre los países desarrollados y en desarrollo, todo esto con un plan a largo plazo de mantener el incremento de la temperatura global en menos de 2 °C, con la esperanza de llegar solamente a los 1.5 °C (Bugeda, 2016).
Además, el 25 de septiembre de 2015 la Asamblea General de las Naciones Unidas adopta la Agenda 2030, reconociendo como mayor desafío la eliminación de la pobreza para lograr un desarrollo sostenible, estableciendo para ello 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) con 169 metas (ONU, 2015, 2018). Sus áreas temáticas incluyen las personas, el planeta, la prosperidad, la paz y la asociación, considerando la colaboración internacional y el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas (Martens y Obenland, 2017).
Ocho años han pasado desde que el mundo se unió y logró llegar a estos acuerdos. Durante ese tiempo han cambiado los gobiernos, el planeta Tierra ha empezado a enfrentar los cambios en los patrones de los eventos climáticos extremos y como población sufrimos una crisis sanitaria mundial con la pandemia del COVID-19, ocasionando que durante el 2020 y 2021 tuviéramos diferentes hábitos de movilidad y una disminución del contacto con otros grupos de personas, apoyándonos en gran medida en la tecnología y los recursos digitales.
Todo esto nos ha llevado a entender que para abordar una problemática que involucre el ambiente y a la sociedad se requiere de un acercamiento multi- e interdisciplinario que considere el avance tecnológico, y también es necesaria una reflexión crítica sobre sus implicaciones socioambientales, sobre todo cuando se habla de un tema como la energía, que juega un papel importante dentro de lo económico, social y ambiental y que los efectos de su uso transitan de lo global a lo regional y local.